Alicia y la Amanita muscaria
Amanita muscaria, la seta de Alicia junto a la portada de la edición de Edelvives ilustrada por Rébecca Dautremer.
¿Aparecen indicios de consumo de sustancias alucinógenas en Alicia en el país de las maravillas (1865)?. Hay motivos para creerlo. Desde el primer capítulo se producen cambios y transformaciones en el tamaño de la protagonista, bien por ingerir dulces, bebidas, o setas.
Aunque a los anglosajones se les considera micófobos por tradición, en este libro el escritor y matemático inglés Lewis Carroll (Charles Lutwidge Dogson) presenta a una Alicia aplicada en el consumo de setas para aumentar y disminuir de estatura:
¿Qué puedo hacer? Supongo que tengo que comer o beber alguna cosa pero ¿qué?. Ese "qué" era la cuestión que había que resolver.
Con calma, Alicia examinó las flores y la hierba, sin saber qué era lo que, en tales circunstancias, podría ser la comida o la bebida adecuada. Luego se acercó a una seta de aproximadamente su mismo tamaño. La inspeccionó por debajo, por los lados y por detrás y, de pronto, se le ocurrió tratar de ver lo que había por encima. Se puso de puntillas para echar una ojeada, entonces su mirada se cruzó con una enorme oruga azul que estaba sentada con los brazos cruzados en el centro de la seta, fumando tranquilamente un narguile, sin demostrar el más mínimo interés por nada de lo que sucediera a su alrededor. (…)
Esta vez, Alicia esperó pacientemente a que la oruga decidiera volver a dirigirle la palabra. Al cabo de un par de minutos, esta se sacó el narguile de la boca, dio un par de bostezos y se estiró. Luego, bajó de la seta y se alejó reptando por la hierba. A modo de despedida, se limitó a decir:
- Uno de los lados te hará crecer, y el otro te hará menguar.
-“¿Uno de los lados de qué? ¿El otro lado de dónde?”, se preguntó Alicia.
-¡De la seta! – respondió la oruga, como si Alicia hubiera hecho la pregunta en voz alta, y luego desapareció.
Alicia pasó un rato contemplando la seta, tratando de adivinara dónde tendría los dos lados. Como era perfectamente redonda, la solución no era nada fácil; pero al final rodeó el hongo con los dos brazos y las dos manos y arrancó un trozo de cada extremo.
-“Y ahora, ¿cuál será el bueno?”, se preguntó, dando un mordisquito al trozo que tenía en la mano derecha. Al momento, notó que la barbilla chocaba bruscamente con los pies.
Se llevó un susto de muerte por aquel repentino resultado, y comprendió que estaba menguando muy rápidamente; así pues, sin un segundo que perder, decidió probar el otro trozo. La barbilla estaba tan aplastada contra los pies que apenas pudo abrir la boca, pero al final logró morder el pedazo de la mano izquierda.
-¡Por fin tengo la cabeza libre!- dijo aliviada, pero casi al instante, el alivio se convirtió en preocupación: ¡ Le habían desaparecido los hombros! Todo lo que alcanzaba a ver era un cuello desmesuradamente largo que parecía brotar como el tallo de una planta descomunal del bosque que se extendía a sus pies.
“¿Dónde se habrán medito mis hombros? – se preguntó Alicia-. ¡Oh, pobres manitas mías! ¿Cómo es que ya no las veo?”. Las agitó mientras hablaba, pero no notó nada, salvo un ligero temblor entre las hojas de los árboles.
Como, por lo que se veía, no iba a poder subir las manos a la cabeza, intentó bajar la cabeza hasta las manos y descubrió encantada que podría retorcer el cuello en todas direcciones, como una serpiente. (…)
Luego recordó que todavía conservaba los trocitos de seta, y se puso a mordisquearlos con mucho cuidado, primero uno, luego el otro, y crecía unas veces, menguaba otras, hasta que consiguió recuperar su estatura normal. La había pedido hace tanto tiempo que al principio le costó adaptarse. Pero en seguida se acostumbró y volvió a charlar consigo misma.
- ¡Ya está!
- ¡He cumplido la mitad de mi plan! Realmente estas transformaciones son extraordinarias: nunca sé lo que va a ser de mí de un minuto a otro. Pero bueno, ya tengo mi tamaño de siempre. Ahora sólo me queda entrar en el jardín maravilloso…¿Cómo lo conseguiré?.
(...) Primero, cogió la llave y abrió la puerta que daba al jardín. Luego, se puso a mordisquear la seta (aún conservaba algunos trozos en los bolsillos), hasta que menguó a la mitad de su tamaño. Entonces, cruzó el pasillo y, por fin, entró en el maravilloso jardín de flores multicolores y fuentes de agua fresca".
Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll.
En los textos citados encontramos dos observaciones muy concretas referidas al uso de enteógenos y sus efectos. Por un lado, la oruga sentada sobre un gran hongo se encuentra fumando una pipa oriental (narguile), como es usada por los fumadores de opio. Debe recordarse que en la época de la sociedad victoriana inglesa, esta sustancia era legal. Por otro lado, la oruga recomienda a Alicia el consumo de una seta que, por sus efectos, bien podría ser la Amanita muscaria, extremadamente abundante en las Islas Británicas (sobre todo en los bosques de abedul). En Las aventuras de Alicia bajo la Tierra, el manuscrito original de Carrol, la oruga le dice a Alicia que la cabeza de la seta la hará crecer y el pie menguar.
Las visiones que el autor hace tener a Alicia son similares a las producidas por esta especie: alteraciones sensoriales y espaciales. Amanita muscaria produce macropsia o micropsia, un trastorno neurológico que altera la visión de las proporciones de las cosas. Es cierto que estos síntomas pueden estar relacionados con la migraña y con ciertas infecciones víricas, pero también con el consumo de drogas psicoactivas como el LSD o ciertos hongos.
De hecho el llamado Síndrome de Todd o Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas (SAPM) se caracteriza por este tipo de trastornos complejos de la percepción visual que incluyen de forma más completa:
- Alteraciones en la forma (metamorfopsia), tamaño (macropsia, micropsia) y situación espacial de los objetos (teleopsia, efecto zoom).
- Distorsión de la imagen corporal (macro y microsomatognosia, dualidad física o somatopsíquica).
- Otras ilusiones visuales raras como fenómenos de visión invertida, palinopsia (imágenes múltiples), acromatopsia (visión sin color), prosopagnosia (incapacidad de reconocer caras), pérdida de visión estereoscópica (alestesia óptica), etc.
Todo indica que algunos de estos síntomas podrían ser sobradamente conocidos por Lewis Carroll. En primer lugar porque padecía, según parece, migraña crónica; en segundo lugar porque es probable que, para combatir los fuertes dolores de cabeza, hubiera tomado láudano (medicamento común de la época compuesto por vino blanco, opio y azafrán) que, ingerido en grandes dosis, tiene efectos psicotrópicos. Por último, el autor, años antes de escribir Alicia, había viajado por el norte de Europa y Siberia, donde pudo haber sabido del efecto enteogénico de la Amanita muscaria.
Se ha especulado sobre si Lewis Carroll escribió Alicia en el País de las Maravillas bajo la influencia de alguna sustancia psicodélica, pero de lo que no cabe duda es que, por las referencias que aparecen en la obra, describió a través de sus personajes una sintomatología asociada tipicamente a los efectos de ciertas drogas y hongos alucinógenos.
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