Envenenamientos con Lepiotas mortales
Lepiota brunneoincarnata. Foto: ENABIO.
Algunas pequeñas lepiotas de elevada toxicidad están causando estragos este otoño. Es el caso de la Lepiota brunneoincarnata que fructifica en bosques, bordes de caminos, y –característicamente- en céspedes de jardines y parques urbanos en determinadas condiciones meteorológicas (mucha humedad por lluvias reiteradas y un retraso en la llegada del frío invernal, como ha sucedido esta temporada).
Ha tenido notoriedad pública la reciente hospitalización de al menos media docena de personas, cinco en Cataluña (una de ellas fallecida) y una sexta en Huesca, aunque es seguro que habrá muchos otros casos no tan graves que no han trascendido.
La especie se caracteriza por presentar el pie con anillo fugaz o cortiniforme, con restos escamosos por debajo de colores vinosos y cutícula del sombrero con escamas de tonos purpúreos.
La intoxicación por Lepiota brunneoincarnata empieza a notarse a las 6-8 horas de comerla, con fuertes dolores gastrointestinales, vómitos y diarreas. Al cabo de unas horas los síntomas remiten, lo que lleva a creer a algunos intoxicados que ya se les está pasando la indigestión, descartando acudir a urgencias. En realidad, a partir de ese momento comienzan los efectos más graves, porque el tóxico ya se ha absorbido y empieza a dañar células del hígado, pudiendo causar necrosis masivas y coma hepático, siendo incluso preciso un trasplante de hígado urgente, sólo cinco días después de la ingesta.
El conjunto de síndromes clínicos que se producen tras la ingesta de especies tóxicas suele clasificarse según el tiempo de presentación de síntomas. Se sabe que estas lepiotas son tóxicas desde el siglo XIX, pero no se supo que contenían la misma toxina que Amanita phalloides hasta los años 70. En este caso se trata del conocido como síndrome faloidiano, el más frecuente de los de aparición tardía (6 a 15 horas) y que es producido por los géneros Amanita (phalloides, verna, virosa…), Lepiota (brunneoincarnata, helveola, pseudohelveola…) y Galerina (marginata, autumnalis…). La toxicidad es debida a la presencia de amatoxinas: ciclopéptidos termoestables (resisten la cocción y la desecación), que bloquean la enzima RNA polimerasa II inhibiendo la síntesis de RNAm y por lo tanto la síntesis de proteínas.
Así que, recordemos una vez más el clásico comentario: "todas las setas se pueden comer (¡!)...al menos la primera vez".
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